J. J. Morales Hernández

Memorias de un guerrillero

 

 

NOTA AL AUTOR:

"EN VEZ DE LA DESMEMORIA"

Tenemos que evitar que la amnesia de uno sea el olvido de muchos. Es la invitación que a través de su obra nos hace José de Jesús Morales Hernández.

Nuestra humanidad doliente ha vivido largos siglos de minutos de silencio honrando a quienes por ideales y principios cayeron en lucha. Otros que simplemente bregaron por vivir una mañana fueron aniquilados sin saber porqué. Hace 60 años en Hiroshima y en Nagasaki, desde el cielo cayó la infernal lluvia de partículas atómicas que masacró a millares de niños, hombres y mujeres. Fue el hombre injusto y sin razón quien sembró la tierra de dolor y mancilló a la especie.

Hoy nada ha cambiado tanto. Parece que la lección aún no es aprendida. La injusticia, el odio y la devastación continúan arrasando la tierra. Pero no todo ha de ser desesperanza, “Chuy” Morales en hora buena nos trae su obra contra la desmemoria.

Desde Morelos, Emiliano Zapata y Francisco Villa, hasta los jóvenes revolucionarios de los años 70 en Guadalajara, las páginas de este libro dan cuenta de sucesos que marcaron las vidas de muchos. Esos hechos no pueden ser pasto del olvido.

Los años de las décadas de 1960 y 70 han dejado improntas indelebles en las conciencias de millones de seres humanos en nuestra América Latina. Vimos a los pueblos en el rol de protagonistas de la historia. Hubo en medio de la lucha instantes aciagos y de victorias. La muerte del guerrillero heroico, Ernesto Che Guevara, fue un duro golpe a las ansias libertarias de nuestros pueblos, y las masacres de estudiantes universitarios en México y en otras latitudes pretendieron detener el camino hacia la justicia y la democracia.

La Revolución cubana era ya una realidad. El triunfo de Salvador Allende en Chile fue otro paso. La victoria de Vietnam otro signo de las posibilidades antiimperialistas.

La resistencia de los pueblos desde hace 500 años nace de la tierra y por la tierra. El escenario de batalla serán los campos, las sierras, y luego las aldeas, y los espacios urbanos. Donde haya injusticia habrá lucha. Donde haya conciencia y unidad habrá victorias.

La violación secular de los derechos humanos ha sido sistemática en cada rincón del mundo. Las clases dominantes han sido implacables en ese cometido. El abuso, el engaño y la mentira histórica son el rostro y la ponencia de los usurpadores del poder. América Latina registra más de cien mil desaparecidos por razones políticas en las últimas décadas. Los índices de analfabetismo, la explotación infantil, el desempleo y otras crueles expresiones del sistema neoliberal imperante son todas formas del genocidio fundado en la avaricia y la inhumanidad.

Hoy las alternancias partidarias en los gobiernos son la expresión del espurio juego político y del fraude de la misma clase social que se resiste a dejar el poder. Esa clase ha usado y usará la violencia armada cada vez que perciba el riesgo de perder sus privilegios.

Cruzan los tiempos y todas las geografías los ejemplos heroicos de millares de hombres limpios, que en nuestra América y en el mundo ofrendaron sus generosas vidas por ideales y principios. Esos luchadores constituyen referentes éticos de las nuevas generaciones de hombres y mujeres que se suman a las batallas por la dignidad.

Cuando hay otros hombres que toman en sus manos las antorchas transformadas en ideales, quienes han caído viven y vivirán.

Es el genio creador del vate Pablo Neruda que lo dice en sus versos del Canto General, en su magistral poema Alturas de Macchu Picchu :

 

“Sube a nacer conmigo, hermano.

Dame la mano desde la profunda zona

de tu dolor diseminado.

………………………………….

No volverán tus ojos taladrados.

Mírame desde el fondo de la tierra,

labrador, tejedor, pastor callado.

……………………………….

Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,

decidme : aquí fui castigado,

………………………………….

Señaladme la piedra en que caísteis

y la madera en que os crucificaron,

…………………………………….

Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.”

 

Las luchas de nuestros ancestros son nuestra historia. El canto épico de nuestros poetas, y el pincel esparcido de nuestros muralistas, son nuestra memoria que hace invencibles a los pueblos.


Carlos Poblete Avila*
Profesor de Estado
Chile, agosto de 2005

 

* Ex prisionero político de la dictadura militar fascista chilena.