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F. Engels

El origen de la familia, la propiedad privada y el estado

(1884)


 

IV

La Gens Griega

 

En los tiempos prehist�ricos, los griegos, como los pelasgos y otros pueblos cong�neres, estaban ya constituidos con arreglo a la misma serie org�nica que los americanos: gens, fratria, tribu, confederaci�n de tribus. Pod�a faltar la fratria, como en los dorios; no en todas partes se formaba la confederaci�n de tribus; pero en todos los casos, la gens era la unidad org�nica. En la �poca en que aparecen en la historia, los griegos se hallan en los umbrales de la civilizaci�n; entre ellos y las tribus americanas de que hemos hablado antes median casi dos grandes per�odos de desarrollo, que los griegos de la �poca heroica llevan de ventaja a los iroqueses. Por eso la gens de los griegos ya no es de ning�n modo la gens arcaica de los iroqueses; el sello del matrimonio por grupos comienza a borrarse notablemente. El derecho materno ha cedido el puesto al derecho paterno; por eso mismo la riqueza privada, en proceso de surgimiento, ha abierto la primera brecha en la constituci�n gentilicia. Otra brecha es consecuencia natural de la primera: al introducirse el derecho paterno, la fortuna de una rica heredera pasa, cuando contrae matrimonio, a su marido, es decir, a otra gens, con lo que se destruye todo el fundamento del derecho gentil; por tanto, no s�lo se tiene por l�cito, sino que hasta es obligatorio en este caso, que la joven n�bil se case dentro de su propia gens para que los bienes no salgan de �sta.

Seg�n la historia de Grecia debida a Grote, la gens ateniense, es particular, estaba cohesionada por:

1. Las solemnidades religiosas comunes y el derecho de sacerdocio en honor a un dios determinado, el pretendido fundador de la gens, designado en ese concepto con un sobrenombre especial.

2. Los lugares comunes de inhumaci�n (V�ase "Contra Eub�lides", de Dem�stenes).

3. El derecho hereditario rec�proco.

4. La obligaci�n rec�proca de prestarse ayuda, socorro y apoyo contra la violencia.

5. El derecho y el deber rec�procos de casarse en ciertos casos dentro de la gens, sobre todo trat�ndose de hu�rfanas o herederas.

6. La posesi�n, en ciertos casos por lo menos, de una propiedad com�n, con un arconte y un tesorero propios.

La fratria agrupaba varias gens, pero menos estrechamente; sin embargo, tambi�n aqu� hallamos derechos y deberes rec�procos de una especie an�loga, sobre todo la comunidad de ciertos ritos religiosos y el derecho a perseguir al homicida en el caso de asesinato de un frater. El conjunto de las fratrias de una tribu ten�a a su vez ceremonias sagradas peri�dicas, bajo la presidencia de un "filobasileus" (jefe de tribu) elegido entre los nobles (eup�tridas).

Ah� se detiene Grote. Y Marx a�ade: "Pero detr�s de la gens griega se reconoce al salvaje (por ejemplo al iroqu�s)". Y no hay manera de no reconocerlo, a poco que prosigamos nuestras investigaciones.

En efecto, la gens griega tiene tambi�n los siguientes rasgos:

7. La descendencia seg�n el derecho paterno.

8. La prohibici�n del matrimonio dentro de la gens, excepci�n hecha del matrimonio con las herederas. Esta excepci�n, erigida en precepto, indica el rigor de la antigua regla. Esta, a su vez, resulta del principio generalmente adoptado de que la mujer, por su matrimonio, renunciaba a los ritos religiosos de su gens y pasaba a los de su marido, en la fratria del cual era inscrita. Seg�n eso, y con arreglo a un conocido pasaje de Dicearca, el matrimonio fuera de la gens era la regla. Becker, en su "Charicles", afirma que nadie ten�a derecho a casarse en el seno de su propia gens.

9. El derecho de adopci�n en la gens, ejercido mediante la adopci�n en la familia, pero con formalidades p�blicas y s�lo en casos excepcionales.

10. El derecho de elegir y deponer a los jefes. Sabemos que cada gens ten�a su arconte; pero no se dice en ninguna parte que este cargo fuese hereditario en determinadas familias. Hasta el fin de la barbarie, las probabilidades est�n en contra de la herencia de los cargos, que es de todo punto incompatible con un estado de las cosas donde ricos y pobres ten�an en el seno de la gens derechos absolutamente iguales.

No s�lo Grote, sino tambi�n Niebuhr, Mommsen y todos los dem�s historiadores que se han ocupado hasta aqu� de la antig�edad cl�sica, se han estrellado contra la gens. Por m�s atinadamente que describan muchos de sus rasgos distintivos, lo cierto es que siempre han visto en ella un "grupo de familias" y no han podido por ello comprender su naturaleza y su origen. Bajo la constituci�n de la gens, la familia nunca pudo ser ni fue una c�lula org�nica, porque el marido y la mujer pertenec�an por necesidad a dos gens diferentes. La gens entraba entera en la fratria y �sta, en la tribu; la familia entraba a medias en la gens del marido, a medias en la de la mujer. Tampoco el Estado reconoce la familia en el Derecho p�blico; hasta aqu� s�lo existe el Derecho civil. Y, sin embargo, todos los trabajos hist�ricos escritos hasta el presente parte de la absurda suposici�n, que ha llegado a ser inviolable, sobre todo en el siglo XVIII, de que la familia monog�mica, apenas m�s antigua que la civilizaci�n, es el n�cleo alrededor del cual fueron cristalizando poco a poco la sociedad y el Estado.

"Hagamos notar al se�or Grote -dice Marx- que aun cuando los griegos hacen derivar sus gens de la mitolog�a, no por eso dejan de ser esas gens m�s antiguas que la mitolog�a, con sus dioses y semidioses, creada por ellas mismas".

Morgan cita de referencia a Grote, porque es un testigo prominente y nada sospechoso. M�s adelante Grote refiere que cada gens ateniense ten�a un nombre derivado de su fundador presunto; que, antes de Sol�n siempre, y despu�s de �l en caso de muerte intestada, los miembros de la gens (genn�tes) del difunto heredaban su fortuna; y que en caso de muerte violenta el derecho y el deber de perseguir al matador ante los tribunales correspond�a primero a los parientes m�s cercanos, despu�s al resto de los gentiles y, por �ltimo, a los fratores de la v�ctima. "Todo lo que sabemos acerca de las antiguas leyes atenienses est� fundado en la divisi�n en gens y fratrias".

La descendencia de las gens de antepasados comunes ha producido muchos quebraderos de cabeza a los "sabios filisteos" de quienes habla Marx. Como proclaman puro mito a dichos antepasados y no pueden explicarse de ning�n modo que las gens se hayan formado de familias distintas, sin ninguna consanguinidad original, para salir de este atolladero y explicar la existencia de la gens recurren a un diluvio de palabras que giran en un c�rculo vicioso y no van m�s all� de esta proposici�n: la genealog�a es puro mito, pero la gens es una realidad. Y, finalmente, Grote dice (las glosas entre par�ntesis son de Marx); "Rara vez o�mos hablar de este �rbol geneal�gico, porque s�lo se exhibe en casos particularmente solemnes. Pero las gens de menor importancia ten�an pr�cticas religiosas comunes propias de ellas (�qu� extra�o, se�or Grote!) y un antepasado sobrenatural, as� como un �rbol geneal�gico com�n, igual que las m�s c�lebres (�pero qu� extra�o es todo esto, se�or Grote, en gens de menor importancia!); el plan fundamental y la base ideal (�no ideal, caballero, sino carnal, o dicho en sencillo alem�n fleischlich!) eran iguales para todas ellas".

Marx resume como sigue la respuesta de Morgan a esa argumentaci�n: "El sistema de consanguinidad que corresponde a la gens en su forma primitiva -y los griegos la han tenido como los dem�s mortales- aseguraba el conocimiento de los grados de parentesco de todos los miembros de la gens entre s�. Aprend�an esto, que ten�a para ellos suma importancia, por pr�ctica, desde la infancia m�s temprana. Con la familia monog�mica, cay� en el olvido. El nombre de la gens cre� una genealog�a junto a la cual parec�a insignificante la de la familia monog�mica. Ahora este nombre deb�a confirmar el hecho de su descendencia com�n a quienes lo llevaban; pero la genealog�a de la gens se remontaba a tiempos tan lejanos, que sus miembros ya no pod�an demostrar su parentesco rec�proco real, excepto en un peque�o n�mero de casos en que los descendientes comunes eran m�s recientes. El nombre mismo era una prueba irrecusable de la procedencia com�n, salvo en los casos de adopci�n. En cambio, negar de hecho toda consanguinidad entre los gentiles, como lo hacen Grote y Niebuhr, que han transformado la gens en una creaci�n puramente imaginaria y po�tica, es digno de ex�getas "ideales", es decir, de tragalibros encerrados entre cuatro paredes. Porque el encadenamiento de las generaciones, sobre todo desde la aparici�n de la monogamia, se pierde en la lejan�a de los tiempos y porque la realidad pasada aparece reflejada en las im�genes fant�sticas de la mitolog�a, �los buenazos de los viejos filisteos han deducido y deducen a�n que una genealog�a imaginaria cre� gens reales!".

La fratria, como entre los americanos, era una gens madre escindida en varias gens hijas, a las cuales serv�a de lazo de uni�n y que a menudo las hac�a tambi�n a todas descender de un antepasado com�n. As�, seg�n Grote, "todos los coet�neos de la fratria de Hecateo ten�an un solo y mismo dios por abuelo en decimosexto grado". Por lo tanto, todas las gens de aquella fratria eran, al pie de la letra, gens hermanas. La fratria aparece ya como unidad militar en Homero, en el c�lebre pasaje donde N�stor da este consejo a Agamen�n: "Coloca a los hombres por tribus y por fratrias, para que la fratria preste auxilio a la fratria y la tribu a la tribu". La fratria ten�a tambi�n el derecho y el deber de castigar el homicidio perpetrado en la persona de un frater, lo que indica que en tiempos anteriores hab�a tenido el deber de la venganza de sangre. Adem�s, ten�a fiestas y santuarios comunes; en general, el desarrollo de la mitolog�a griega a partir del culto a la naturaleza, tradicional en los arios, se debi� esencialmente a las gens y las fratrias y se produjo en el seno de �stas.

Ten�a tambi�n la fratria un jefe ("fratriarcos"), y, asimismo, seg�n De Coulanges, asambleas cuyas decisiones eran obligatorias, un tribuna y una administraci�n. Posteriormente, el Estado mismo, que pasaba por alto la existencia de las gens, dej� a la fratria ciertas funciones p�blicas, de car�cter administrativo.

La reuni�n de varias fratrias emparentadas forma la tribu. En el Atica hab�a cuatro tribus, cada una de tres fratrias que constaban a su vez de treinta gens cada una. Una determinaci�n tan precisa de los grupos supone una intervenci�n consciente y met�dica en el orden espont�neamente nacido. C�mo, cu�ndo y por qu� sucedi� esto, no lo dice ha historia griega, y los griegos mismos conservan el recuerdo de ello hasta la �poca heroica nada m�s.

Las diferencias de dialecto estaban menos desarrolladas entre los griegos, aglomerados en un territorio relativamente peque�o, que en los vastos bosques americanos; sin embargo, tambi�n aqu� s�lo tribus de la misma lengua madre aparecen reunidas formando grandes agrupaciones; y hasta la peque�a Atica tiene su propio dialecto, que m�s tarde pas� a ser la lengua predominante en toda la prosa griega.

En los poemas de Homero hallamos ya a la mayor parte de las tribus griegas reunidas formando peque�os pueblos, en el seno de las cuales, sin embargo, conservaban a�n completa independencia las gens, las fratrias y las tribus. Estos pueblos viv�an ya en ciudades amuralladas; la poblaci�n aumentaba a medida que aumentaban los ganados, se desarrollaba la agricultura e iban naciendo los oficios manuales; al mismo tiempo crec�an las diferencias de fortuna y, con �stas, el elemento aristocr�tico en el seno de la antigua democracia primitiva, nacida naturalmente. Los distintos pueblos sosten�an incesantes guerras por la posesi�n de los mejores territorios y tambi�n, claro est�, con la mira puesta en el bot�n, pues la esclavitud de los prisioneros de guerra era una instituci�n reconocida ya.

La constituci�n de estas tribus y de estos peque�os pueblos era en aquel momento la siguiente:

1. La autoridad permanente era el consejo ("bul�"), primitivamente formado quiz�s por los jefes de las gens y m�s tarde, cuando el n�mero de �stas lleg� a ser demasiado grande, por un grupo de individuos electos, lo que dio ocasi�n para desarrollar y reforzar el elemento aristocr�tico. Dionisio dice que el consejo de la �poca heroica estaba constituido por arist�cratas ("kratistoi"). El consejo decid�a los asuntos importantes. En Esquilo, el consejo de Tebas toma el acuerdo, decisivo en aquella situaci�n, de enterrar a Et�ocles con grandes honores y de arrojar el cad�ver de Polinices para que sirva de pasto a los perros. Con la instituci�n del Estado, este consejo se convirti� en Senado.

2. La asamblea del pueblo ("�gora"). Entre los iroqueses hemos visto que el pueblo, hombres y mujeres, rodea a la asamblea del consejo, toma all� la palabra de una manera ordenada e influye de esta suerte en sus determinaciones. Entre los griegos hom�ricos, estos "circunstantes", para emplear una expresi�n jur�dica del alem�n antiguo, "Umstand", se han convertido ya en una verdadera asamblea general del pueblo, lo mismo que aconteci� entre los germanos de los tiempos primitivos. Esta asamblea era convocada por el consejo para decidir los asuntos importantes; cada hombre pod�a hacer uso de la palabra. El acuerdo se tomaba levantando las manos (Esquilo, en "Las Suplicantes"), o por aclamaci�n. La asamblea era soberana en �ltima instancia, porque, como dice Sch�mann ("Antiguedades griegas")[1], "cuando se trata de una cosa que para ejecutarse exige la cooperaci�n del pueblo, Homero no nos indica ning�n medio por el cual pueda ser constre�ido �ste a obrar contra su voluntad". En aquella �poca, en que todo miembro masculino adulto de la tribu era guerrero, no hab�a a�n una fuerza p�blica separada del pueblo y que pudiera opon�rsele. La democracia primitiva se hallaba todav�a en plena florescencia, y esto debe servir de punto de partida para juzgar el poder y la situaci�n del consejo y del "basileus".

3. El jefe militar ("basileus"). A prop�sito de esto, Marx observa: "Los sabios europeos, en su mayor�a lacayos natos de los pr�ncipes, hacen del "basileus" un monarca en el sentido moderno de la palabra. El republicano yanqui Morgan protesta contra esa idea. Del untuoso Gladstone, y de su obra "Juventus Mundi"[2] dice con tanta iron�a como verdad: "Mister Gladstone nos presenta a los jefes griegos de los tiempos heroicos como reyes y pr�ncipes que, por a�adidura, son unos cumplidos gentlemen; pero �l mismo se ve obligado a reconocer que, en general, nos parece encontrar suficiente, pero no rigurosamente establecida la costumbre o la ley del derecho de primogenitura". Es de suponer que un derecho de primogenitura con tales reservas debe parecerle al propio se�or Gladstone suficientemente, aunque no con todo rigor, privado de la m�s m�nima importancia.

Ya hemos visto cu�l era el estado de cosas respecto a la herencia de las funciones superiores entre los iroqueses y los dem�s indios. Todos los cargos eran electivos, la mayor parte en el seno mismo de la gens, y hereditarios en �sta. Gradualmente se lleg� a dar preferencia en caso de vacante al pariente gentil m�s pr�ximo -al hermano o al hijo de la hermana-, siempre que no hubiese motivos para excluirlo. Por tanto, si entre los griegos, bajo el imperio del derecho paterno, el cargo de "basileus" sol�a pasar al hijo o a uno de los hijos, esto demuestra simplemente que los hijos ten�an all� a favor suyo la probabilidad de elecci�n legal por elecci�n popular, pero no prueba de ning�n modo la herencia de derecho sin elecci�n del pueblo. Aqu� vemos, entre los iroqueses y entre los griegos, el primer germen de familias nobles, con una situaci�n especial dentro de las gens, y entre los griegos tambi�n el primer germen de la futura jefatura militar hereditaria o de la monarqu�a. Por consiguiente, es probable que entre los griegos el "basileus" debiera ser o electo por el pueblo o confirmado por los �rganos reconocidos de �ste, el consejo o el "�gora", como se practica respecto al "rey" ("rex") romano.

En la "Il�ada", el jefe de los hombres, Agamen�n, aparece no como el rey supremo de los griegos, sino como el general en jefe de un ej�rcito confederado ante una ciudad sitiada. Y Ulises, cuando estallan disensiones entre los griegos, apela a esta calidad, en el famoso pasaje: "No es bueno que muchos manden a la vez, uno solo debe dar �rdenes", etc... (El tan conocido verso en que se trata del cetro es un postizo intercalado posteriormente.). "Ulises no da aqu� una conferencia acerca de la forma de gobierno, sino que pide que se obedezca al general en jefe en campa�a. Entre los griegos, que no aparecen antre Troya m�s que como ej�rcito, el orden imperante en el "�gora" es bastante democr�tico. Cuando Aquiles habla de presentes, es decir, del reparto del bot�n, no encarga de ese reparto no a Agamen�n ni a ning�n otro "basileus", sino a "los hijos de los Aqueos", es decir, al pueblo. Los atributos "engendrado por Zeus", "criado por J�piter", nada prueban, desde el momento en que cada gens desciende de un dios y la gens del jefe de la tribu de uno "m�s alto", en el caso presente, de Zeus. Hasta os individuos no manumitidos, como el porquero Eumeo y otros, son "divinos" ("dioi" y "theioi"), y eso en la Odisea, es decir, en una �poca muy posterior a la descrita por la Iliada. Tambi�n en la "Odisea", se llama "heros" al mensajero Mulios y al cantor ciego Demodoco. En resumen: la palabra "basileia", que los escritores griegos emplean para la sedicente realeza hom�rica, acompa�ada de un consejo y de una asamblea del pueblo, significa, sencillamente, democracia militar (porque el mando de los ej�rcitos era su distintivo principal" (Marx).

Adem�s de sus atribuciones militares, el "basileus" las ten�a tambi�n religiosas y judiciales; estas �ltimas eran indeterminadas, pero las primeras le correspond�an en concepto de representante supremo de la tribu o de la federaci�n de tribus. Nunca se habla de atribuciones civiles, administrativas, aunque el "basileus" parece haber sido miembro del consejo, en atenci�n a su cargo. Traducir "basileus" por la palabra alemana "K�nig" es, pues, etimol�gicamente muy exacto, puesto que "K�nig" ("Kuning") se deriva de "Kuni", "K�nne", y significa jefe de una gens. Pero el "basileus" de la Grecia antigua no corresponde de ninguna manera a la significaci�n actual de la palabra "K�nig" (rey). Tuc�dides llama expresamente a la antigua "basileia" una "patrik�", es decir, derivada de las gens, y dice que tuvo atribuciones fijas, y por tanto limitadas. Y Arist�teles dice que la "basileia" de los tiempos heroicos fue una jefatura militar ejercida sobre hombres libres, y el "basileus" un jefe militar, juez y gran sacerdote. No ten�a, por consiguiente, ning�n poder gubernamental en el sentido ulterior de la palabra[3].

As�, pues, en la constituci�n griega de la �poca heroica vemos a�n llena de vigor la antigua organizaci�n de la gens, pero tambi�n observamos el comienzo de su decadencia: el derecho paterno con herencia de la fortuna por los hijos, lo cual facilita la acumulaci�n de las riquezas en la familia y hace de �sta un poder contrario a la gens; la repercusi�n de la diferencia de fortuna sobre la constituci�n social mediante la formaci�n de los g�rmenes de una nobleza hereditaria y de una monarqu�a; la esclavitud, que al principio s�lo comprendi� a los prisioneros de guerra, pero que desbroz� el camino de la esclavitud de los propios miembros de la tribu, y hasta de la gens; la degeneraci�n de la antigua de guerra de unas tribus contra otras en correr�as sistem�ticas por tierra y por mar para apoderarse de ganados, esclavos y tesoros, lo que lleg� a ser una industria m�s. En resumen, la fortuna es apreciada y considerada como el sumo bien, y se abusa de la antigua organizaci�n de la gens para justificar el robo de las riquezas por medio de la violencia. No faltaba m�s que una cosa; la instituci�n que no s�lo asegurase las nuevas riquezas de los individuos contra las tradiciones comunistas de la constituci�n gentil, que no s�lo consagrase la propiedad privada antes tan poco estimada e hiciese de esta santificaci�n el fin m�s elevado de la comunidad humana, sino que, adem�s, imprimiera el sello del reconocimiento general de la sociedad a las nuevas formas de adquirir la propiedad, que se desarrollaban una tras otra, y por tanto a la acumulaci�n, cada vez m�s acelerada, de las riquezas; en una palabra, faltaba una instituci�n que no s�lo perpetuase la naciente divisi�n de la sociedad en clases, sino tambi�n el derecho de la clase poseedora de explotar a la no poseedora y el dominio de la primera sobre la segunda.

Y esa instituci�n naci�. Se invent� el Estado.

 

 

NOTAS

[1] G. F. Sch�mann. "Griechische Alterth�mer", Bd. I-II. Berl�n 1855-59. (N. de Edit. Progreso).

[2] W. E. Gladstone. "Juventus Mundi. The gods and Men of the Heroic Age". London 1869. ("La juventud del Mundo. Los dioses y los hombres de la �poca her�ica"). (N. de lEdit. Progreso.

[3] Lo mismo que al "basileus" griego, se ha presentado falsamente al jefe militar azteca como a un pr�ncipe en el sentido moderno. (N. de Engels)