Salvador Allende

Palabras pronunciadas en la clausura del Primer Congreso del Partido Federado de la Unidad Popular


Pronunciado: El 24 de junio de 1973.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 10 de febrero de 2016.


Muy queridas compañeras y estimados compañeros delegados al Primer Congreso Nacional del Partido Federado de la Unidad Popular:

Estimados compañeros representantes diplomáticos de países amigos:

Compañero y amigo, senador Adonis Sepúlveda, Presidente del Partido Federado:

Estimados compañeros y amigos dirigentes nacionales de las colectividades que integran la Unidad Popular:

Esta semana ha sido plena de hechos de gran significación. Presenciamos, vivimos, sentimos la presencia de un crecido número de trabajadores, que espontáneamente se reunieron el viernes 15, para afirmar y reafirmar la decisión de apoyo a su Gobierno, al Gobierno Popular.

Ni la lluvia ni el frío pusieron atajo a esa ejemplar actitud, que señala claramente la firmeza del pueblo en su lucha.

El jueves 21, Chile, en diversas provincias, fundamentalmente en Santiago, fue testigo de la más extraordinaria movilización de masas que haya acontecido en nuestra historia. Al llamado de la Central Única de Trabajadores, más de un millón de chilenos, en 5 provincias y en Santiago, se movilizaron para expresar una vez más su decisión, su voluntad de lucha, su responsabilidad en el proceso revolucionario nuestro.

El viernes recién pasado, 24 horas después de esa gran manifestación, inicia su trabajo este que es el Primer Congreso del Partido Federado. Yo saludo, en la forma más cordial y afectuosa, a las compañeras y compañeros que integran este Congreso.

Sobre todo, saludo a aquellos que vienen de provincias, de los extremos de Chile; a aquellos que trabajan en la tierra, en las industrias, en los hospitales, en las oficinas públicas. Les expreso mi felicitación porque sé que a través del contacto mantenido, tanto con el Compañero Adonis Sepúlveda, como con Mireya Baltra, Secretaria de este evento, ustedes han puesto empeño, empuje, serenidad en los debates, que han traído ponencias, que han dado a conocer lo que han aprendido en estos dos años y meses de lucha en localidades, comunas y provincias. El aporte de Uds., es lo que necesitamos para vitalizar el Partido Federado y tomar cabal conciencia de lo que él ha de significar en el proceso que estamos viviendo.

Ustedes tienen que saber perfectamente que los actos a que me he referido, el viernes 15 y el jueves 21, han significado la unidad entre el pueblo y el Gobierno, fundamentalmente la unidad de los trabajadores con su Gobierno y la presencia que es vanguardia de la clase obrera, en este contacto y dinámico batallar. De la misma manera que habrán podido saber y comparar la diferencia que hay entre el orden que el pueblo muestra, como sentido de su superior responsabilidad en sus actos y el desorden y la violencia que se ha desatado -fundamentalmente en estos últimos días‐ y que se hiciera tan evidente el viernes 15, cuando intentó realizarse una marcha no autorizada de los trabajadores que están en paro de El Teniente. Ya he dado a conocer ante el país, y no es necesario repetirlo en detalle, como en estos días la acción directa ha caracterizado nuestra vida y el empleo de la dinamita, de las bombas, es un hecho cotidiano, llegando en su insolencia hasta atentar contra casas donde laboran y viven representantes do países con los cuales tenemos íntimas y profundas relaciones, interpretando el sentimiento del pueblo chileno: Cuba y Unión Soviética. El saldo dejado por esta actitud vandálica, son siete heridos a bala, dos de ellos graves y un muerto, un joven estudiante.

Por eso también los actos realizados por los trabajadores y su actitud, son una reafirmación muy clara de su insobornable voluntad de lucha contra las hordas fascistas y fascistoides que ya apuntan casi diariamente en nuestro país.

De la misma manera que esos actos señalan la adhesión a los compañeros de El Teniente que están laborando y que el pueblo comprende las nuevas tácticas que utiliza la derecha y el sector reaccionario; las nuevas tácticas puestas en marcha como consecuencia de experiencias que adquirieron en el paro fracasado patronal y subversivo de octubre del año pasado.

Ahora se busca partir desde focos donde tienen influencias determinados partidos de oposición en sectores de trabajadores, y desde allí organizar un nuevo paro en que estarán presentes los grupos gremiales tradicionalmente adictos a la reacción de los Colegios profesionales. De allí que es importante en éste evento, meditar y apreciar la realidad que confronta nuestro país, y la forma como se desarrolla nuestro proceso.

Los trabajadores en Chile han conquistado el Gobierno; no han conquistado el poder. Y el Gobierno, sin el derrumbe del aparato institucional burgués, piensa que los trabajadores necesitan comprender la importancia que tiene utilizar el poder político que implica el Gobierno para impulsar el avance revolucionario.

De la misma manera que tienen que entender que el Estado está institucionalizado, con funciones predeterminadas; que vivimos un Estado de Derecho, con tres Poderes autónomos -el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial‐ con normas ajenas al proceso que vivimos y a la realidad pujante y bullente de Chile y que reflejan la concepción democrática burguesa y que convirtieron en Leyes minorías, expresión del régimen capitalista. Que nuestra lucha, entonces, y de acuerdo con nuestra propia definición programática, se realiza dentro de una sociedad democrática ‐en la concepción democrática burguesa‐ el pluralismo y libertades que el pueblo conquistó. Pluralismo en los Partidos que apoyan al Gobierno y en la oposición, por cierto. Vía democrática que hemos ampliado ‐pero no lo suficiente‐ en este proceso de transición.

Libertades que los opositores aprovechan, desfigurándolas para atacar al Gobierno. Y por cierto, ellos rechazan que nosotros usemos las Leyes que ellos tuvieron en sus manos y que usaron contra el pueblo. Y cuando nosotros las usamos para defender el Gobierno legítimo y el avance de los trabajadores, nace entonces la actitud de resistencia de estos sectores que tienen todas las garantías de la realidad que vive nuestro país. Este es un Gobierno que no es socialista; es un Gobierno popular, democrático, nacional, revolucionario, que debe cumplir un programa para abrir, lo más amplia y rápidamente, el camino al socialismo y la transformación de nuestra sociedad.

Y dentro de este marco ‐ya he reseñado la realidad institucional que vivimos‐ están las Fuerzas Armadas, que por cierto han diferido y difieren con las de otros países; que no son FF.AA. politizadas, ni es el pueblo en armas, como ha ocurrido en otros procesos revolucionarios que llegaron al Gobierno y al poder a través de la lucha directa; que son técnicamente eficientes y respetuosas de la Constitución y de la Ley.

Hay que comprender que dentro de esto, que a grandes pinceladas he definido como la realidad que vivimos, aflora con fuerza la dinámica del proceso social. Los trabajadores que han conquistado el Gobierno avanzan en la consolidación de él y en la conquista del poder.

Cambian, no substancial y definitivamente, pero si en gran parte la relación de producción en el campo y en las industrias. Vastos y amplios sectores nacionales toman conciencia de su ubicación de clase y el enfrentamiento que minuto a minuto se está produciendo, en todos los órdenes de la vida nacional. Y, por cierto, asistimos a una mayor organización de las masas populares. Y como consecuencia de este cambio en las relaciones de producción, como respuesta al avance de los trabajadores en la conquista del poder, y como respuesta también, no ya a la presencia sino a la intervención de los trabajadores en todos los niveles del aparato estatal, los sectores de oposición, el imperialismo, la reacción van a su vez consolidándose, superando instancias y volcándose en una actitud cada vez más agresiva, más dispuesta a negar la democracia que tanto acariciaron cuando ellos tenían el poder, a renegar de las fórmulas constitucionales y a utilizar todos los medios ‐inclusive la violencia fascista‐ para tratar de impedir el avance del proceso revolucionario y para intentar ‐y no lo lograrán- derrocar al Gobierno del pueblo.

Por eso es que también es indispensable que las grandes masas populares y el pueblo se empape de esta realidad, comprendan la peculiaridad que tiene el proceso chileno, la revolución chilena, con características diferentes a otros procesos que llegaron con las armas en la mano y que a lo largo de muchos años han ido construyendo la sociedad socialista. Es indispensable orientar a las grandes masas, fijarles metas, conducirlas a través de su concientización, para evitar precisamente la anarquía que puede producirse con las reacciones voluntaristas y espontaneístas que en esencia debilitan el proceso revolucionario.

Es indispensable entender ‐y quiero con dos o tres ejemplos afianzar mi razonamiento‐ que la dinámica rompe el mecanismo tradicional y al mismo tiempo va haciendo necesarios los cambios, aun dentro de nuestro programa que no puede ser estático, en función de las realidades que van apareciendo constantemente, por ejemplo, se ha definido el rol tradicional de las FF. AA. de acuerdo con la Constitución y valoradas como tal en el proceso nuestro y en el programa de la Unidad Popular. Sin embargo, rompimos la concepción, tradicional y estuvieron presentes en el Gobierno de la República, en momentos difíciles, compartiendo el Gabinete, en noviembre del año pasado, con los partidos populares y con representantes, si no directos, representantes de la Central Única de Trabajadores con los cargos que los trabajadores organizados en ella le otorgaron. Y lo hicieron para poner atajo al proceso subversivo y para dar, con la fuerza de un Gobierno integrado, las posibilidades que el pueblo se expresara en los comicios del 4 de marzo.

De la mismo manera que nosotros no previmos, que frente a las dificultades derivadas en lo económico y en lo social, fundamentalmente cuando gran parte del capitalismo y del capital se hace especulativo, y cuando se amplían las posibilidades del mercado interno en función de la distribución del ingreso que hiciéramos, y cuando en el campo internacional se alzan los precios de los alimentos, y la tierra nuestra no produce ni siquiera el 45% de lo que necesitamos, nacen las dificultades de la distribución y el abastecimiento que indiscutiblemente llevan a considerar como una necesidad la distribución equitativa y justa, en función de las necesidades vitales y no de los ingresos, que en el fondo es que tendrá que haber un racionamiento.

De la misma manera, en el agudo problema de la vivienda; necesitamos construir 100 mil casas para paliar el déficit de arrastre, que son 600 mil viviendas en nuestro país, por el aumento vegetativo de la población. Pero la infraestructura de este país demostró que era imposible alcanzar metas como estas. Entonces se requiere la presencia del pueblo, para que con una dimensión distinta, él vaya al mismo tiempo contribuyendo a solucionar, sea en forma de emergencia, pero como sea, los problemas de la vivienda. Y que sea el pueblo el factor dinámico de un proceso que está limitado por una realidad que no podemos superar de la noche a la mañana, en cuanto a la producción de los implementos de la construcción para edificación de las viviendas. Este ejemplo, como muchos otros que podría poner gráficamente ‐la salud es uno de ellos, frente a la necesidad imperiosa y justa de proteger y defender el capital humano‐ muestra que nos encontramos con realidades que no podemos superar aunque lo queremos y lo anhelamos.

Todo esto es la palpitante realidad que confrontamos, que las grandes masas y el pueblo debe entender. En un país con una infraestructura que nunca se consiguió para las grandes mayorías y que, por cierto, hace crisis mucho más prematuramente donde las masas se hacen presentes en la exigencia legítima de condiciones mínimas de vida y existencia. Por eso es que el 1 de marzo enviara a los dirigentes máximos de los Partidos de la Unidad Popular una carta en donde les planteaba públicamente la necesidad de realizar este Congreso de los partidos integrantes del Partido Federado de la Unidad Popular, para rubricar que el Partido Federado no podía ser jamás una trinchera utilizada por el acto electoral; que debía ser ‐y tendría que ser‐ un paso cualitativo e importante en el proceso revolucionario chileno. Y por ello es que planteaba que era indispensable que la experiencia vivida nos hiciera comprender el error que cometimos al no darle en la etapa preelectoral, por ejemplo, al Partido Federado el peso y el contenido que debió tener.

De la misma manera que no difundimos a tiempo la renovación programática y la forma de instrumentarla; como asimismo tampoco los candidatos de los partidos de la Unidad Popular usaron un mismo lenguaje ni plantearon una táctica común. Creo que la autocrítica es justa, sin dejar de reconocer el fervor que pusieron los militantes a nombre de los partidos de la Unidad Popular para obtener lo que fue una victoria trascendente, cuando alcanzamos el 44% de los sufragios. Pero no podemos dejar de usar la autocrítica para señalar que, sin duda, habríamos avanzado un porcentaje mucho más allá; pero más que eso, habríamos logrado un pensamiento común y homogéneo y tenido la visión de las tareas que obligadamente teníamos que realizar, sobre todo después de los resultados del 4 de marzo.

De allí entonces, que en la carta que aludo dijera que era indispensable este Congreso, a fin de estudiar la manera de instrumentalizar, readecuar y ejecutar el programa, fundamentalmente a las necesidades de hoy.

Siempre sostuve, la experiencia también lo demostró a los compañeros dirigentes de los partidos de la Unidad Popular, que era indispensable una dirección única política y económica; que era una obligación de ésta dirección única superar la falta de coherencia en las tácticas que usamos; que era indispensable esta dirección única para implementar las tareas económicas y fundamentalmente para luchar contra la amenaza golpista, que de tener éxito implicará evitar el más sangriento fascismo en nuestro país.

Tengo acá un documento sencillo. A mi juicio, es lo más claro para entender los métodos y los procedimientos que se están empleando y usando en nuestro país por aquellos que dicen defender los valores tradicionales ‐inclusive‐ de la democracia burguesa; de aquellos que hablan de la autonomía universitaria y que han creado un temporal de pasiones cuando el Gobierno ha hecho respetar su autoridad, tanto en el Canal 5 como en el canal 6, señalando que el canal 6 aparece subrepticiamente, sigilosamente, y que en los diarios de oposición se aplaude como una maniobra increíble, por no haber sido antes apreciada por el Gobierno, como un triunfo su actitud.

La autonomía universitaria, ejercida en función de una interpretación que ellos han hecho de la ley, debió, por respeto a la propia universidad, si querían establecer un canal, hacerlo públicamente y dentro del tradicional recinto universitario, pero no fuera de él, y todavía, para entregarlo a la defensa, no al ascendiente moral de una universidad, sino de matones contratados para eso y teniendo en su local un verdadero arsenal. Esta carta a que me refiero es de un hombre a quien no conozco y va dirigida al Vicerrector Académico de la Universidad Católica y la firma un investigador: Jorge Swaneck. Es muy breve; dice así: “Señor Vice Rector: Ayer 19 de Junio a las 19,15 horas, entraron violentamente al laboratorio donde yo trabajo 6 individuos con cascos, palos y una tarjeta verde, credencial de la FEUC procedieron a amenazarme para que respondiera a sus preguntas. Solicité que salieran inmediatamente y así lo hicieron de uno a uno, los seis. Quince minutos después vino al laboratorio un individuo, quién dijo llamarse Jaime Avilés, pidiendo excusas por la entrada de los seis de casco.

Avilés entro por escalamiento y no se excusó. Avilés usaba tarjeta azul y mandaba a los verdes.

Me advirtió que iban a quedar 3 individuos de guardia frente a las ventanas del laboratorio que da a Marcoleta. Respondí que no podía yo autorizar la permanencia de personas extrañas en el laboratorio. Me tranquilizó mucho, cuando al retirarse gritó: “no se preocupe si algo pasa, diga que Jaime Avilés tuvo la culpa”. Llamé por teléfono al Dr. Luis Vargas, Decano del Instituto de Ciencias biológicas para comunicarle los hechos. Continué trabajando y a las 19,45 entró al laboratorio un señor Correa, tarjeta azul: FEUC, a dar explicaciones amables, asustadas, para que yo comprendiera que los alumnos estaban nerviosos por la situación de algunos que llevaban días sin dormir, víctimas de su propio insomnio.

Luego llegó Rodrigo Mujica, tarjeta azul y docente. Más explicaciones. Se fueron. A las 20,50 entraron violentamente al laboratorio unos 16 individuos comandados por uno de apellido Melero, tarjeta azul. Melero dijo ser alumno y entre los otros reconocí a algunos de la primera invasión. Eran alumnos. Además venían algunos que eran seguramente mineros; había además otros que no eran ni estudiantes ni trabajadores, pero que en la uniformidad de cascos, palos, laques, manoplas y cartucheras, lucían esa naturalidad propia de los matones y del lumpen.

Fui conminado a salir do inmediato. Traté de explicar una negativa. Melero me insulto, golpeó el interruptor de la luz y dio la orden. No opuse resistencia. Fui llevado en vilo hasta la puerta del hospital. Fui golpeado, insultado y aparentemente identificado con los enemigos de mis buscadores. Melero tomó posesión de mi laboratorio. Destruyeron el material en mi escritorio.

Recuerdo que Melero me dijo que debía agradecerle que no hubieran destrozado todo, porque ellos podrían hacerlo.

Señor Vicerrector, ruego a Ud. indicarme cómo debo proceder con el objeto de continuar mi trabajo. Firma: doctor Jorge Swaneck”.

No lo conozco y debo decir que es un investigador, pero creo que esta carta es lo más gráfico, lo más claro. Para que se vea que aquellos que hablan de cultura, aquellos que hablan de respeto a la Universidad, llegan y proceden, inclusive con académicos de la propia Universidad Católica, con miembros de la propia Universidad Católica.

A ello hay que agregar informaciones que esta mañana he tenido, por ejemplo, en relación con algunos sectores médicos. Y espero y anhelo no sean ciertos. Ya no sólo pretenden paralizar los hospitales, sino que quieren tomárselos para impedir que los médicos que quieren seguir atendiendo al pueblo, no puedan desempeñar su labor humanitaria y técnica ni cumplir con su deber de funcionarios del Servicio Nacional de Salud. Ustedes comprenden la gravedad que esto entraña. ¿Cómo tendrá que reaccionar la comunidad? ¡Cómo están buscando el enfrentamiento! ¡Cómo no los detiene siquiera lo que representa ser médico y la obligación, que nace desde Hipócrates, de defender la salud de todos, sin distinción de apellidos políticos o posiciones doctrinarias!

Estos son los hechos que hoy día estamos viviendo. Por eso, entonces, es fundamental que este Congreso entienda lo que es la lucha en que estamos empeñados, y la real amenaza fascista que está viviendo nuestro país.

Creo innecesario dar lectura a las partes que yo planteara que, a mi juicio, debían ser encaradas por este Congreso. Yo presumo, por lo que ayer conversara con el Compañero Presidente, Adonis Sepúlveda, con la compañera Mireya Baltra y con los compañeros que tuvieron la deferencia de visitarme en representación de Uds., que estos aspectos han sido considerados. Me refiero a lo económico, lo político, lo social.

De allí entonces que quiera tan sólo hacer algunas reflexiones en relación con lo que yo considero básico: lo que el Partido Federado a mi juicio representa. No es un partido único, no es un partido monolítico. Está integrado por diversas colectividades, cada una con su programa, su propia concepción doctrinaria, e ideológica, pero que confluyen a este partido, en función de la consecuencia en la apreciación de la necesidad de un programa para Chile, las tácticas que deben realizarse para convertir en realidad el proceso revolucionario teniendo una estrategia que nos una a todos.

Repito, con claridad, que creo que nosotros no tenemos conciencia de que los procesos no pueden artificialmente acelerarse.

No está Chile preparado socialmente para un partido único, como los que existen en algunos países que han alcanzado el socialismo. Por otra parte, este Congreso del Partido Federado en sí mismo, no es excluyente, a mi juicio, y debe considerar a aquellos que no tienen una militancia partidaria cómo la nuestra, pero que en realidad pueden y deben estar junto a nosotros en las tareas que levantamos como necesidad fundamental para Chile y su pueblo.

Como el diálogo no puede estar limitado entre nosotros y debemos buscarlo y encontrarlo con otros grupos o fuerzas que también tienen una concepción revolucionaria, sin olvido de nuestros planteamientos y de nuestras resoluciones, pero al mismo tiempo sin el sectarismo que impida ir ganando más y más voluntades para un grande y hondo proceso, que ha de ser el que vivimos, se transforme en una auténtica revolución. Por eso es que hay que acentuar que el Partido Federado ‐como lo dijera hace un instante‐ es un avance cualitativo de extraordinaria importancia, que permite la coherencia, la homogeneidad, dentro del pluralismo que debe existir y existe entre nosotros, pero que debe conducir a la dirección política única. Sabemos perfectamente bien que si hay algo que caracteriza y le da perfiles muy propios al proceso político chileno, es esto que constituye una alianza de partidos en torno a un programa definido y claro que se va, por la dinámica social, adecuando a las realidades que van naciendo, pero que establece el pluralismo interno, que permite, que convivan partidos y grupos revolucionarios que tienen pensamientos doctrinarios y filosofías diferentes, que la democracia interna debe llevarnos a la más amplia y profunda discusión de los problemas, de los planteamientos de principios y doctrinas, sin temor, para aceptar -por cierto‐ el pronunciamiento mayoritario que obligue a todos, en función de lo que es el centralismo democrático.

Pero ello de ninguna manera puede representar una superestructura que obligue a los partidos a renunciar a sus programas propios y a su propia filosofía. Y esto es muy importante no olvidarlo. Hay que tenerlo constantemente presente. Y por ello Chile marca también, con características muy propias, la presencia fraterna dentro del diálogo, el derecho de todos, de los partidos donde militan o donde viven laicos, marxistas y cristianos. Creo importante, en apretadas frases, señalar a mi juicio lo que deben ser las relaciones ‐y ya lo he hecho en parte de los partidos que integran el Partido Federado de la Unidad Copular, definiendo‐ claramente el Partido Federado como un proceso de avance al qué tenemos que darle la fuerza organizativa y el vigor que debe tener, no en la superior estructura de Santiago, sino a lo largo de todo Chile, en las provincias, departamentos y comunas. Donde los partidos que integran el Partido Federado tienen que entender que todos nos necesitamos, que este proceso no pertenece ni siquiera tan solo a la Unidad Popular; que le pertenece a miles y miles de chilenos que no estando en nuestros partidos, tienen la intuición de un proceso revolucionario y quieren vivirlo. Que por sobre las apetencias partidarias y las urgencias de vitalizar los cuadros de las propias colectividades, está la grande y profunda necesidad de una lealtad al pueblo y a la revolución que supere esas fronteras, sobre todo cuando de apetencias burocráticas se trata; que haya la lealtad profunda y honda y el derecho a discrepar, pero dentro de los marcos del Partido Federado, para convertirnos todos en militantes de una misma convicción, de una misma fe, de una misma voluntad revolucionaria al servicio de Chile y el pueblo. (Aplausos).

Creo que también es conveniente precisar: ustedes han mirado acuciosamente, desde los partidos, al Gobierno, su Gobierno. Pero también creo que es conveniente que vean cómo yo miro desde el Gobierno al Partido Federado y las relaciones que deben existir entre el Gobierno y los Partidos. El Estado es el objetivo político a conquistar todavía por los trabajadores. Pero dentro del Estado se integran tres Poderes: el Gobierno, que es importante, importantísimo, y en sí mismo debe ser, y es, un medio único y vital para realizar los cambios estructurales que permitan el control del aparato estatal por los trabajadores. Partido y Gobierno no pueden identificarse en sí mismo, pero deben integrarse en la acción y respetar, Partido y Gobierno, lo que cada cual es. El Partido Federado a mi juicio constituyo el instrumento de clase. El Gobierno es ‐y lo he dicho‐ un instrumento institucional, no de clase y que tiene que actuar, como lo sostuviera ampliamente, inclusive dentro de los marcas del derecho burgués que reposa en el principio de la legalidad.

El Partido necesita al Gobierno y el Gobierno al Partido Federado. Y cuando digo Partido Federado, hablo por cierto de todos los Partidos que lo integran, ya que dije que es un paso cualitativo de importancia, de la misma manera que el Gobierno necesita a la clase obrera organizada. De allí la diferencia entre este Gobierno y los anteriores, teniendo la honradez de sostener que Chile vive en una etapa capitalista; que somos un Gobierno Popular, que, hemos dado algunos pasos, poro no los necesarios, para abrir el camino hacia el socialismo. Y este Gobierno, porque es el Gobierno de los trabajadores, tiene también forzosamente que afianzarse en la clase obrera y en los trabajadores organizados en la Central Única de Trabajadores.

Qué respuesta más leal y que conciencia más clara, como ha quedado demostrado en los extraordinarios actos del viernes y del jueves.

Por eso es que, fundamentalmente, teniendo los partidos influencias a través de sus militantes en el campo sindical, es básico y elemental que haya una articulación correcta entre el Gobierno y el Partido Federado, en lo cual reside la fortaleza específica del movimiento revolucionario chileno.

El Partido Federado debe respetar las jerarquías y la competencia institucional del Gobierno, como el Gobierno tiene la obligación de respetar y no interferir en las competencias propias de los partidos y, por cierto, del Partido Federado. Hay que entender que el Gobierno no actúa en función del programa de cada partido, sino del programa conjunto que nos diéramos antes de la batalla de septiembre del 70 y a la readecuación de ese programa y su realización en función de los hechos sociales y económicos que van naciendo todos los días.

Por eso, creo importante que entendamos bien cada cual, cuál es el camino en que confluyen Gobierno y Partido Federado, donde cada uno tiene un rol. Y que Gobierno y Partido deben respetarse mutuamente, para, sobre todo en la coherencia de la acción, vitalizar responsablemente la acción de las masas en el proceso transformador que estamos viviendo.

Me interesa, asimismo, destacar las relaciones que debe haber entre el Partido, el Gobierno y la Administración Pública.

Algunos compañeros, equivocadamente piensan, que porque un compañero de ellos desempeña determinada función o está en determinado cargo, ese compañero debe obedecer al partido y no a la jerarquía que establece la construcción de la Administración Pública.

Yo creo que ese es un hecho que tenemos que aprender como experiencia. Que vivimos la etapa de un cuoteo que los hechos nos han obligado a superar, y que si acaso existe, como debe existir, el sentido hondo y profundo de la unidad y la responsabilidad de ella, cada militante de cada partido debe entender que el hombre que desempeña un cargo no siendo de su partido, es un hombre del proceso revolucionario, es un hombre del Partido Federado. Y si no está en el Partido Federado, tendrá que ser un técnico idóneo que la revolución necesita.

Con lo cual estoy señalando que es indispensable que los partidos al entender el respeto a la jerarquía, a la estructura administrativa de la misma manera deben saber que es su obligación y que el Gobierno respeta, que ellos le den la fuerza y el contenido de la conciencia política revolucionaria a los militantes que destacan a la Administración Pública. (Aplausos).

Creo que es indispensable que se entienda que yo pienso que los partidos no pueden pretender dirigir la Administración Pública. Pueden y deben dinamizarla, criticarla, afianzarla.

Deben y pueden exigir su democratización. Creo que ese es el rol fundamental y esencial que le compete a los partidos, y por tanto al Partido Federado. En la realidad del proceso que vive nuestro país, no ocurre lo que ocurre en otros procesos revolucionarios, en donde el aparato del partido es la Administración Pública. Y eso hay que entenderlo claramente, porque es también una de las diferencias que nuestro país tiene. Por último, quiero señalar que a mi juicio el Partido Federadlo debe ser el factor más importante en la organización del pueblo. Las viejas estructuras partidarias deben ser remozadas, aun para aquellos actos tan tradicionales, como las elecciones en que siempre hemos vivido. Pero al mismo tiempo, los Partidos tienen que darse cuenta ‐y octubre fue una lección extraordinaria‐ que la fuerza creadora del pueblo, que la dinámica social lleva a crear los centros de poder de los trabajadores; lo que se ha llamado el Poder Popular.

Ya dije que es obligación fundamental la conducción única, política y económica que permitirá todo el proceso de planificación. Y las medidas de urgencia del Plan de Emergencia, frente a una realidad económica que los integrantes de este Congreso deben meditar profundamente.

Vivimos horas muy luras; horas en que la amenaza fascista apunta desde el campo propiamente político, y la amenaza contra el Gobierno, que se afianza en la realidad que vivimos económica, marcada por el desabastecimiento, en un aspecto, y por un poder inflacionario que ‐como dijera en la Plaza de la Constitución‐ si no lo controlamos puede convertirse en una inflación desenfrenada que quiebre nuestra economía, y que debilite las propias bases de sustentación del Gobierno.

No hay que olvidar que hay todavía, vastos y amplios sectores que no comprenden los valores distintos, que emergen de un proceso revolucionario; que viven la vida y lo existencia en función de padrones tradicionales de una democracia burguesa, en donde el dinero y el economicismo priman para obtener lo esencial.

Y por ello no es de extrañarse, que como táctica, los opositores impulsan y fortalecen los procesos reivindicativos económicos de empleados, profesionales, obreros, trabajadores, porque saben que con ello ‐fundamentalmente‐ están socavando más y más el proceso en su aspecto fundamental, ‐el económico‐ y con ello llevando expectativas mayores a sus esperanzas de quebrar a este Gobierno Popular.

De allí entonces, que más allá de los procesos que han vivido y vivirán los partidos, está su adecuación, y más que eso, está su obligación, primero, de ser los factores de contacto entre el Gobierno y las masas, sin perjuicio de que el Gobierno cumpla esa tarea. Partiendo de que los funcionarios públicos rompan la concepción burocrática y estática que ha hecho que muchos de ellos permanezcan apoltronadamente en sus oficinas, tengan todavía como herencia las viejas maneras de los burócratas de siempre, que no se empapen en el diálogo con el pueblo, que no beban la experiencia que emana de la vida del pueblo, que no comprendan que la acción de la Administración Pública sólo tendrá contenido cuando ella alcance la amplitud democrática, para que la inmensa mayoría de los chilenos se sientan incorporados a la marcha de esta Administración y el contenido revolucionario que el Gobierno les da en su actitud. Por eso es que digo que el Partido Federado debe cumplir, sobre todo a través de ustedes, los mandos medios, la gente que tiene el contacto -o debe tenerlo‐ con el obrero, de la industria, de la imprenta, del taller, de la escuela, del hospital; con la mujer de la población marginal o callampa y con la juventud.

Hace tantos y tantos años que estoy golpeando en la conciencia de los partidos, sobre todo después de cada aparente derrota, para señalar la preocupación básica que debían tener las fuerzas populares para incorporar, concientizar y darle a la mujer la esencia de nuestra verdad: ¡no hay revolución sin ella! (Aplausos).

De la misma manera que hay que darle todo el apoyo a la juventud, o vamos a caer en el absurdo de repetir que ella tendrá que reemplazarnos.

No esperamos que nos reemplace. ¡Esperamos que viva con nosotros, porque no puede haber distancia de generaciones en este proceso! ¡Que la juventud lo vivirá con más pasión, con más fuerza, porque es más joven! ¡Que tendremos que comprender, inclusive, sus urgencias y sus errores! ¡Que tenemos la obligación de señalarle que no hay distancias revolucionarias entre un hombre que tenga madurez en los años y firmeza en sus convicciones, con los muchachos jóvenes! ¡Que ojalá mantengan siempre la fuerza revolucionaria que tienen hoy día en sus años juveniles! (Aplausos).

Pues bien, si comprendemos que en esta hora lo primordial, lo básico es afianzar el Gobierno en lo político y conquistar los instrumentos, haciendo que haya permeabilidad institucional, para que entiendan los opositores que no pueden negarle a un Gobierno lo esencial, para poder vivir en defensa de Chile frente a una realidad económica que no emana de los errores cometidos por nosotros ‐sin negar que los hayamos cometido‐ sino que son los factores internacionales y nacionales los que pesan, sobre todo cuando un Gobierno como el nuestro se enfrenta con el imperialismo y con la oligarquía terrateniente, bancaria y feudal.

Por eso, repito que lo esencial, a mi juicio, en este instante, es crear el poder popular; darle fuerza a los Centros de Madres, a las Juntas de Vecinos, a las JAP, a los Comandos Comunales, a los Cordones industriales; haciendo, inclusive, que estos aspectos del poder popular se vinculen, penetren, se adentren en la Administración Pública, para que sean un factor contra la burocracia y para que le den el dinamismo y la fuerza revolucionaria que tienen que tener por labor esos organismos. Pero poder popular que no puede concebirse ‐y lo rechazo‐ como poder paralelo al margen del Gobierno o contra el Gobierno Popular. (Aplausos).

Poe ello que al comienzo hable de que en este proceso tan típicamente nuestro, tan original, históricamente hablando, el Gobierno es un factor vital del procesó transformador y revolucionario. Que el Partido Federado debe ser la conciencia política para estar indicándole al Gobierno la premura en la solución de determinados problemas, y cooperar teniendo la certeza y la evidencia de que si tienen concepciones distintas en el Partido Federado, pueblo y Gobierno deben ser la misma cosa.

Por eso, al terminar mis palabras quiero, con fervor agradecido expresar mi reconocimiento a la mujer, que nunca tuvo la posibilidad de leer un libro de doctrinas o de principios, pero que está en su población o en su pueblo, en su sitio de trabajo o en el seno de su hogar, viviendo la misma inquietud y el mismo anhelo de una existencia distinta y mejor.

Quiero expresar mi reconocimiento al militante anónimo, al que nunca pretendió un cargo ni siquiera dentro de su propia organización, pero que tiene esa fe que le mueve, lo estimula, lo lleva al sacrificio; hace que no le importen ni las horas de trabajo ni de turnos, ni las levantadlas cuando comienza a apuntar el sol. El que pega carteles, el que saca sus pebres billetes para comprar, compañeros, la harina y el pincel. Al compañero quo nunca flaqueó. Al que no tuvo otra expectativa que su vida amarga, pero que comprende que el proceso revolucionario es para dignificar la vida de los suyos. Al que sabe que la revolución no es un proceso para servir apetitos personales o partidarios; que implica renunciamiento y sacrificio; que una generación, la generación revolucionaria, tiene que entender que solo trabajando más, produciendo más, estudiando, más, podrá hacer que la otra generación tenga la existencia humana a que tiene derecho el hombre y la mujer.

Quiero agradecerle al que le da fuerza vital, con su presencia en el campo o en la ciudad; al que trabaja la tierra y suda en el surco, al que hace que la mina entregue sus riquezas. Quiero agradecerle al maestro que no deja de enseñar su lección, para mirando más allá de las fronteras pequeñas de su propia escuela, entiende que el niño que a él le entregan será el ciudadano revolucionario integral de mañana.

Quiero agradecer a todos los que a lo largo de Chile, en los pueblos silenciosos donde a veces falta la luz y el teléfono, en el litoral o en la montaña, sienten la presencia de un Chile distinto que tiene perspectivas de futuro y contenido de historia. Seamos nosotros, los integrantes del Partido Federado ‐y yo soy uno de sus militantes‐ los que tengamos el derecho a decir que hemos cumplido, con Chile, la historia y el pueblo. (Aplausos).