Salvador Allende

Palabras pronunciadas en el acto de masas con que el pueblo le diera la bienvenida, al regreso de su gira por el exterior en la Plaza de la Constitución


Pronunciado: El 14 de diciembre de 1972.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 5 de febrero de 2016.


Queridas compañeras y estimados compañeros de Santiago:

Hace catorce días salí de nuestra Patria para cumplir una tarea al servicio de ella y del Pueblo.

Llevé en mis retinas y en mi corazón, la presencia multitudinaria del pueblo que me despidiera con calor fraterno, con confianza y fe en el desempeño de la tarea que me había impuesto.

Como lo dijera hace un instante, al agradecer las palabras del señor Vicepresidente de la República, General Carlos Prats (Aplausos) como nunca, la Delegación y el que habla se sintieron más orgullosos de ser chilenos.

Mirando a la distancia a Chile, pero sintiéndolo tan íntimamente; viendo la conciencia política y la alta responsabilidad del pueblo; la firmeza institucional y la lealtad y el respeto a la ley de las Fuerzas Armadas, las fuerzas del orden.

Dábamos la sensación justa de un país, que viviendo un proceso revolucionario, tiene plena conciencia de lo que él significa, y el paso histórico que está dando.

Agradecí, en nombre del pueblo, el desempeño de sus altas funciones al Vicepresidente y creo que para él y para mí lo más elocuente ha sido la actitud de ustedes, al pedir que estuviera presente aquí, y al recibirlo con un aplauso cariñoso, saludando en él al soldado de Chile al servicio de su Patria y del Pueblo. (Aplausos).

Y al llegar se me ha disipado el cansancio, al ver las calles repletas desde el Aeropuerto de Pudahuel hasta aquí. Y al recibir una vez más el fervor cariñoso, la solidaridad, el afecto de miles y miles de compatriotas, que saben que he cumplido una tarea al servicio de Chile y de su Pueblo.

Gracias, queridos compatriotas, porque me dieron la fuerza moral de su presencia para abandonar la Patria.

Y gracias, por la forma en que me reciben, porque ello me enseña que cuando un Mandatario cumple frente al pueblo, cuando un Mandatario no olvida el compromiso contraído, cuando el Programa se convierte en realidad, es el Pueblo el que da la más clara lección de lealtad, de trabajo, de fuerza y sacrificio por Chile y su futuro. (Aplausos).

Salimos para cumplir un grato deber: retribuir las visitas que recibiéramos en nuestra tierra. La del Comandante, Primer Ministro de Cuba Revolucionaria, Fidel Castro (Aplausos) y la del Presidente de una tierra fraterna, que a pesar de la distancia está junto a nosotros: la del Presidente de México, Licenciado Luis Echeverría.

Salimos también a estrechar lazos con pueblos y Gobernantes amigos. Fuimos al más importante Foro de la humanidad, a denunciar el atropello y la agresión que recibe nuestra Patria, por haber recuperado sus riquezas, por haber incorporado al patrimonio del pueblo de Chile el cobre, que es y será ¡definitivamente nuestro! (Aplausos).

Debo agradecer la presencia, en el Aeropuerto, para recibirme, de los representantes y Presidentes de la Cámara y del Senado, del señor Presidente de la Corte. Suprema; de los Ministros de Estado; de representantes del Cuerpo Diplomático.

Quiero insistir, compañeros, en que si hay algo que caracteriza al pueblo de Chile, es su conciencia política. Y si hay algo que yo les he enseñado ‐y que no pueden olvidar‐ es que las grandes batallas revolucionarias no se ganan ni con el aplauso incondicional, ni con el silbido, camaradas.

Se requiere ‐y eso sí que el pueblo tendrá que entenderlo‐ comprender el camino que nos hemos trazado, que es difícil, pero que sólo podremos andarlo sobre la base de una gran responsabilidad colectiva y un gran sentido unitario.

Lo que está realizando Chile, que un proceso revolucionario merece, y debe ser para ustedes un timbre de orgullo, el respeto y la admiración de los más vastos sectores del mundo. Por eso, quiero señalar que la Comitiva pequeña con la cual viajé, cumplió, con el que habla, una difícil, una dura tarea ‐pero también grata al visitar pueblos amigos.

Recogimos la solidaridad de Gobernantes y Pueblos, frente a los arteros ataques que Chile recibe. Recogimos eh respeto por nuestro proceso revolucionario y por la firmeza y lealtad del pueblo, en su esfuerzo para contribuir a que sea realidad el Programa que juntos prometimos cumpliré.

El pueblo sabe que la revolución se defiende produciendo más, trabajando más, esforzándose más. Y yo pude decirlo con satisfacción profunda: hasta ahora, la actitud de los trabajadores chilenos, merece nuestro reconocimiento, el respeto de nuestros adversarios y enemigos, ¡y la admiración de muchos trabajadores del mundos! (Aplausos).

Salimos, también, como una consecuencia de la justa política internacional que nos hemos trazado: amplia, digna, independiente. Trazada con la certeza de un país que sabe que es dueño y soberano de su propio destino.

A pocas horas, estuvimos en Perú, en una escala técnica. Fue para nosotros extraordinariamente significativo, el que estuviera en el aeropuerto, para recibirnos, el General y Presidente del Perú, Juan Velasco Alvarado. (Aplausos). Y pudimos exteriorizar nuestro reconocimiento, a él y a su pueblo, por la actitud solidaria con Chile.

Conversamos durante una hora y media sobre los problemas comunes. Porque Perú, al igual que Zaire, Zambia y Chile, forma parte de la organización denominada CIPEC, que se reuniera primero en Europa, y después, por invitación nuestra, en Santiago, concurriendo los Ministros de Minas, Energía y Carburantes de los países integrantes del CIPEC.

Las conclusiones allí logradas, sobre todo los planteamientos claros, creadores y profundamente firmes en la defensa de los derechos de los pueblos, que hiciera el Ministro de Minas del Perú ‐expresados también, por cierto, por el Ministro de Minería de Chile, General Sepúlveda‐ demostraron que hay una conciencia nueva y una voluntad de defender el derecho de los países productores de cobre; de defender sus expectativas frente a la intención de los países poderosos, que quieren manipular los precios; de defender el derecho nuestro a nuestras riquezas fundamentales, y estimar como una agresión lo que se ha hecho contra Chile, a través de los planes tenebrosos de la Kennecott, gran empresa transnacional, que pretende crear dificultades a nuestro comercio exterior.

Hablamos también de los derechos que tienen nuestros pueblos sobre las riquezas marinas, y la defensa de la concepción del Mar Territorial o Patrimonial, que ha sido reiteradamente violada por los barcos pesqueros de los países poderosos, fundamentalmente en el caso de Ecuador y Perú, por navíos de pesca provenientes de Estados Unidos.

Y debo decirles a ustedes que la Conferencia que analizará lo que representa para nuestros pueblos la defensa del Mar Territorial, en una concepción amplia que signifique que más allá de las millas que se fije ‐toda la humanidad debe beneficiarse de los recursos marinos‐ se realizará en nuestro país, por resolución de las Naciones Unidas. Un hecho más que señala y distingue a nuestra Patria.

Eso será en 1974.

Llegamos a México a expresar también nuestro reconocimiento al Presidente Echeverría, a sus colaboradores en el Gobierno, y al pueblo mexicano, por la actitud solidaria, expresada públicamente ante su pueblo y ante el Congreso por el Presidente Echeverría, y en las tribunas internacionales en que usaran de la palabra sus colaboradores.

Quiero decirle al pueblo de Chile, cuan agradecidos estamos por la forma cómo nos recibiera el pueblo en ciudad de México, y posteriormente en Guadalajara. Pocas veces ‐y no por algo personal, sino por ser el representante de ustedes había habido una movilización más amplia de las masas populares mexicanas. Se nos aseveró, a los integrantes de nuestra comitiva, que sin duda el recibimiento que se nos hiciera, era el más importante, fraterno y caluroso que se había hecho a un mandatario que visitara México.

Yo sé que ello es la demostración del afecto que México tiene por Chile, afecto retribuido con calor fraterno por Chile al pueblo de México. (Aplausos).

Además de intercambiar discursos con el Presidente Echeverría, en los que quedó claramente establecido nuestro pensamiento, tuve el honor y el privilegio de usar la tribuna del Congreso Mexicano, para hablar desde allí al pueblo. Y también estuve en la Universidad de Guadalajara, y conversé largo con los estudiantes y la comunidad universitaria.

En la tarde de ese mismo día, durante tres o cuatro horas, dialogué con los campesinos de un ejido, y pude observar muy de cerca lo que representa la Reforma Agraria en México y cómo el campesino asume su responsabilidad. Y pude darme cuenta de cómo están presentes los hombres que lucharon para hacer posible la revolución en México, y cómo se agiganta la figura de Lázaro Cárdenas, que hiciera realidad la Reforma Agraria y que nacionalizara el petróleo en su país. (Aplausos).

Tuvo el Presidente Echeverría, el gesto deferente de invitarme a inaugurar grandes construcciones. Y cuál fuera mi sorpresa, cuando en el recorrido llegamos a una escuela, y él me dijo: “Presidente Allende, esa escuela se llama Copiapó, y es en recuerdo de los mineros chilenos que enviaron, cuando México luchaba por su Independencia, dinero acumulado con su sacrificio para fortalecer la lucha de los que en México como en Chile querían que nuestras Patrias fueran libres”.

La solidaridad de los mineros de Copiapó se expresaba en esa época; por eso no es de extrañarse que ahora Chile reciba la solidaridad de otros pueblos, que se hacen eco de lo que hicieron, en los albores de la Independencia, hombres que nacidos en distintas tierras levantaron la común bandera de emancipación latinoamericana. (Aplausos).

De México partí a Estados Unidos, para hablar en las Naciones Unidas. Al volar sobre territorio norteamericano, envié un telegrama escueto y claro, saludando al pueblo y al Gobierno norteamericano, tal como hiciera con los gobernantes de todos los países que sobrevolé. Lo digo, porque era una obligación que yo cumplí; un deber de cortesía elemental; y al mismo tiempo, para deshacer el infundio que cierta prensa ha echado a correr y ciertas agencias informativas también, en el sentido de que yo habría pedido audiencia al Presidente de los Estados Unidos y él me la habría negado. ¡Nunca solicité audiencias! ¡Jamás planteé que se me recibiera! ¡Fui a las Naciones Unidas, a hablar el lenguaje de Chile! (Ovación).

Es innecesario que resuma el discurso que pronunciara en las Naciones Unidas, porque siento -y espero no equivocarme‐ que ustedes lo han leído o escuchado a través de la televisión o la radio.

En todo caso, y en forma muy resumida, quiero decir que destaqué lo que es Chile, su historia, su tradición; lo que es el Gobierno de los Trabajadores, y el camino que recorre en el proceso revolucionario que vive. Allí, en el foro mundial, hice presente el drama de un país pequeño como el nuestro, que tiene una deuda externa que sobrepasa los cuatro mil millones de dólares; que recibe el embate que implica la negación de los créditos a corto plazo en los bancos privados; y que encuentra dificultades insalvables en los organismos multinacionales de crédito.

Hice presente lo que significaba el descenso brutal del precio del cobre, y también señalé la repercusión que tenía para nuestra economía el alza de los artículos que tenemos que importar, fundamentalmente alimentos, materias primas, repuestos y medicamentos.

Di a conocer las dificultades que teníamos para proveernos, teniendo que pagar al contado y encontrando siempre tropiezos casi insalvables.

Pero más que nada, destaqué la insolencia imperialista de empresas como la ITT, que no trepidaron en utilizar su dinero y su influencia para pretender que el pueblo no alcanzara el Gobierno, y que fracasaron ruidosamente por la lealtad, la conciencia revolucionaria, la unidad del pueblo de Chile, y al mismo tiempo la disciplina ejemplar y el sentido profesional y patriótico de nuestras Fuerzas Armadas y nuestras fuerzas de orden. (Aplausos).

Di a conocer que después de esa tentativa, fundamentalmente realizada entre septiembre y noviembre de 1970, la misma empresa había entregado un plan de dieciocho puntos, para intentar barrenar las bases de sustentación del Gobierno. Algunos de esos puntos planteados por la ITT, y que conocía el Gobierno norteamericano ‐lo cual no significa que esté diciendo que los compartiera‐ los ha vivido Chile en la etapa dura de octubre de este año, en el llamado Paro Patronal que yo califiqué de paralítico.

No pretendí ser vocero ni de América Latina ni del Tercer Mundo; pero indiscutiblemente, la realidad que sufre Chile, la padecen la inmensa mayoría, la totalidad de los países en vías de desarrollo, sobre los cuales pesa la explotación inmisericorde de las empresas transnacionales, y los intereses de los sectores capitalistas, sobre los cuales se descarga también, implacablemente, la penetración imperialista.

Hablé del drama heroico de los pueblos que luchan por su independencia y rendí homenaje a Vietnam, símbolo del heroísmo de un pueblo y de la dignidad también de un pueblo. (Aplausos).

Se perfectamente bien, que los aplausos que recibiera, expresaban la conciencia de los representantes de tantos países que vivían en ese minuto los propios problemas de sus Patrias.

Y no lo digo con vanidad, sino porque así fue, y porque yo sólo interpreté a mi pueblo, ¡a ustedes queridos compañeros!

Y en la justa protesta y en la denuncia que hice, durante minutos y de pie, se aplaudió, no a un hombre sino al vocero de un pueblo que iba a denunciar el atropello que recibía y que lo hacía con coraje, con dignidad y con responsabilidad. (Aplausos).

Partí el mismo día que hablé en las Naciones Unidas, hacia Argelia, país del Tercer Mundo, haciendo una escala, que al principio fue considerada como técnica y breve; la verdad, es que por suerte estuvimos algunas horas y pudimos apreciar también el afecto de Argelia Revolucionaria, por Chile y su proceso.

Tuvimos oportunidad, los integrantes de la Delegación, de conversar con el Presidente Boumédiène y el grupo más numeroso de Ministros. Cambiamos ideas y analizamos la situación de los países en vías de desarrollo y medimos la experiencia de Argelia, cuya lucha por su independencia marcó también con sangre y heroísmo, de los que hicieron posible la Argelia libre que hoy vive su pueblo.

Quiero decirles a ustedes una frase del Presidente Boumédiène: “No conocía a Chile, pero puedo decirles a ustedes, que desde hace dos años, no hay un solo hombre en Argelia que no sepa lo que es Chile ahora. En estos dos años, Chile ha figurado más que en cien años en nuestro territorio, y eso es por el proceso que viven ustedes y por la presencia del pueblo en el ejercicio del Gobierno y del poder”. (Aplausos).

Fuimos después a la Unión Soviética. (Aplausos). Debo señalar la actitud deferente de los Gobernantes soviéticos, que pusieron a nuestra disposición un avión que nos llevara desde New York haciendo escala en Argelia, hasta Moscú.

Fuimos recibidos en el aeropuerto por los más altos dignatarios y dirigentes políticos soviéticos, por el Presidente Podgorni, por el Ministro Kosiguin. Las calles de Moscú, a pesar del frío, tenían la presencia cálida de los moscovitas que nos tributaron un cariñoso recibimiento.

Fui a la Unión Soviética, porque fue el primer país socialista que me invitara, porque es la cuna del socialismo, porque es el hermano mayor de los países socialistas; y esa frase emplee (Aplausos), sin decir que Chile es un país socialista, porque lo sabe muy bien el pueblo ‐y lo he repetido‐ Chile es un país que camina hacia el socialismo, que vive todas las contradicciones del capitalismo y no tiene ninguna de las ventajas de la construcción socialista, todavía.

En la Unión Soviética conversamos en dos oportunidades con los más altos dirigentes, repito, con el Jefe del Partido Comunista, Brezhnev (Aplausos), con Kosiguin, con Podgorni y otros Ministros. Planteamos allí los convenios firmados anteriormente entre la Unión Soviética y Chile, planteamos la modificación cualitativa de ellos, para intensificar nuestro intercambio cultural, técnico, científico, comercial; para alcanzar una realización de un proceso industrial desde que la Unión Soviética nos ha otorgado créditos para bienes de capital.

Me cuesta creer y creo que ha sido por error, los comentarios que se han hecho y que ha reproducido la prensa internacional tomando algunas opiniones dadas en Chile livianamente, sosteniendo que el Presidente de Chile habría ido a implorar, a pedir o a someterse a presiones políticas de parte de la Unión Soviética.

Yo creo que debe haber un error en ello. No me imagino que haya, chilenos que tengan la osadía de imaginarse, que el Presidente de Chile comercia con la soberanía de su Patria, con la independencia de Chile, ¡con la dignidad de los chilenos! (Aplausos).

Claro que hay gente que jamás entenderá lo que es la concepción solidaria de los países socialistas, y lo que es el internacionalismo proletario. ¡Es mucho pedirle a esa gente! ¡Hay que perdonarlos! ¡No pueden entender, es imposible que entiendan; están petrificados, sobrepasados por la historia y la pujante realidad de los pueblos revolucionarios del mundo! (Aplausos).

En la Unión Soviética, recibimos atenciones; estuvimos visitando koljoses; asistimos a espectáculos artísticos de alto nivel y tuve el honroso honor de ser designado Doctor Honoris Causa de la Universidad de Moscú, la Universidad de Lomonosov. (Aplausos).

Allí hay un grupo reducido de estudiantes chilenos, con los cuales compartí largos minutos y tuve la satisfacción de oír de los profesores, que esos muchachos nuestros eran muy buenos estudiantes en la Universidad de Moscú. (Aplausos).

De la Unión Soviética partimos a Cuba, debiendo hacer también una escala técnica en Marruecos. Por dificultades del avión, tuvimos que prolongar nuestra estadía en Rabat, que es también parte del Tercer Mundo.

Sin tener relaciones diplomáticas o comerciales, recibimos de las autoridades mil atenciones y deferencias que agradezco.

Y además, pudimos conversar con el Ministro de Relaciones Exteriores, que al igual que en Argelia, nos informara de la política internacionalista que allí existe, para junto con Argelia, explotar minerales, crear empresas textiles y ampliar la producción de sulfatos, que es una de las industrias más florecientes de Marruecos.

De igual manera, nos impusimos de los avances de la Reforma Agraria. Señalo esto, porque está reflejando también la nueva conciencia de los países del Tercer Mundo.

Pediré al Senado que el Embajador de Chile en España también sea acreditado en Marruecos, dada la importancia trascendental que debe tener la presencia de Chile en ese trozo del África que avanza y que progresa, con sentido también de la época que vivimos. (Aplausos).

Llegamos a Cuba con 12 horas de retraso. Llegamos a Cuba a las 22,30 horas, y allí estaba anunciada nuestra llegada para las 10 de la mañana de ese mismo día.

¡Y las calles de La Habana estaban repletas! (Aplausos).

¡Kilómetros y kilómetros recorrimos en un auto abierto, Fidel Castro, el Presidente Dorticós y el Compañero Presidente de ustedes! (Aplausos).

A lo largo de nuestro recorrido, al igual que aquí, improvisadamente, se encendieron antorchas, quemaron papeles, y pude ver a pesar de las sombras de la noche, los grandes carteles con que saludaban la presencia de la Delegación chilena y del compañero de ustedes.

Pocas veces, nunca quizás, recibí una impresión más profunda y una emoción tan honda. No solo por la presencia de los más altos dirigentes de la Revolución Cubana en el Aeropuerto; no sólo por la recepción oficial que se nos hiciera, sino por el calor fraterno, el afecto, el cariño entrañable que el pueblo de La Habana demostró esa noche, por Chile, por ustedes. ¡Por nuestra Patria, queridos compatriotas! (Aplausos).

Estuvimos el día siguiente en Varadero, para descansar, como me dijo Fidel. Y la verdad, es que no fue un descanso, porque también, durante todo el recorrido, por los distintos pequeños pueblos que pasamos hasta llegar a Varadero, la multitud se había volcado a las calles. Y siendo pequeños pueblos, sumando unos y otros, yo creo que más de 100 mil cubanos nos saludaron desde La Habana hasta Varadero.

Pasé una tarde de descanso y conversando con Fidel. Compañeros, al día siguiente recorrimos parte de un trabajo genético de extraordinaria importancia; pudimos ver el plan que allí se ejecuta; lo que se ha alcanzado, lo que se ha hecho; lo que significa planificar el desarrollo de una raza ganadera que dé niveles altos de leche y de carne. Puedo decirles a ustedes, como añoré y pensé la necesidad urgente que tenemos nosotros de impulsar también en nuestro campo, todo un proceso que permita ir formando una masa ganadera, para satisfacer las necesidades de nuestro pueblo.

Y por cierto, que allí recibimos la oferta para que enviáramos campesinos chilenos, que junto a los campesinos y guajiros, pudieran aprovechar la experiencia alcanzada por los trabajadores de la tierra de Cuba.

Enseguida, compañeros, salimos de Cuba para hacer una escala técnica, en la mañana de hoy, en Venezuela.

Y es importante destacar que el Presidente democratacristiano de Venezuela, Rafael Caldera, ha roto también las fronteras ideológicas, y conversó conmigo, con claridad de un estadista que mira el futuro, para señalar la necesidad de un lenguaje común frente a los problemas comunes de nuestros pueblos. Cobre en Chile, Petróleo en Venezuela, marcan la penetración imperialista. Y allá y acá, la voluntad de los pueblos, para alcanzar el derecho a ser dueños definitivos de las riquezas naturales, que están todavía en poder del capital foráneo. (Aplausos).

¿Qué conclusiones saqué? Que los países del Tercer Mundo, en donde estuve, afianzan la voluntad expresada en los organismos internacionales para que haya un trato distinto, para que se termine la discriminación, para que se abran los mercados, para que el juego monetario no pese sobre ellos, cuando los países poderosos defienden sus intereses y devalúan la moneda; para rechazar la carga brutal que significa el endeudamiento que los países del Tercer Mundo tenemos, para destacar los gastos extraordinarios que se hacen en armamentos, cuando son países que tienen que luchar y estar en guerra contra la desocupación, el hambre y la incultura.

Como conclusión saqué ‐a través del diálogo con los países latinoamericanos, recordando las palabras que escuchara en el viaje anterior, cuando visité Argentina, Perú, Ecuador y Colombia‐ que en América Latina hay un sentimiento profundo y hondo que toma como base y raíz, la esperanzada ilusión de los próceres que lucharon por nuestra independencia, para que América alcance voz de Pueblo continente; para que Latinoamérica sea libre y respetada; para decir ¡BASTA! a la explotación que se hace de nuestros pueblos; para decir ¡BASTA! a la explotación del capital foráneo, y para que América alcance su plena independencia, su plena soberanía y su plena presencia en el mundo contemporáneo. (Aplausos).

Es una nueva conciencia, que señala la crisis del sistema internacional que ha regido nuestras relaciones: el sistema interamericano. Son los pueblos, son las masas, las protagonistas de esta etapa que impulsa y obliga a los Gobernantes a escuchar su llamado, su protesta y su ansia de auténtica libertad económica y política.

Por eso Chile es respetado. Porque es su pueblo el que realiza el esfuerzo creador y el que lucha por una sociedad más justa, por una Patria más amplia y generosa para todos los chilenos.

Compañeros, también saqué una gran experiencia. Y es que todo proceso revolucionario significa esfuerzo, sacrificio, generosidad. Estuve, por ejemplo, en Ucrania, y allí me impuse de lo que había sido la guerra para ese sector de la Unión Soviética. De la misma manera que pude compenetrarme en lo que los soviéticos llaman la “Guerra Patria”, que costó la vida a 20 millones de sus compatriotas. Pero Ucrania fue arrasada, destruida. Setecientos y tantos pueblos y ciudades fueron aniquilados. Y pude, ver un documental donde había ruinas y ruinas donde antes había edificios colectivos, escuelas y hospitales.

Ucrania está en pie de nuevo, y la ciudad de Kiev es maravillosamente bella, reconstruida sobre las bases de la ciudad antigua, pero con nuevas construcciones; y Ucrania sigue siendo pujante y creadora fortaleza de la agricultura, fortaleza de la industria donde se producen 50 millones de toneladas de acero, para afianzar el poder económico de la Unión Soviética.

Allí entonces, aprendí de cerca ‐al ver la experiencia vivida por gente que estuvo en la guerra que actuaron como guerrilleros en la retaguardia y que después han sido vanguardia en la construcción y en la reconstrucción de su Patria- cómo el esfuerzo colectivo, la nueva mentalidad, el espíritu revolucionario, el sentido nacional, hace posible que los pueblos que han sido tan dañados, pueden restañar sus heridas. Y es que hay una nueva voluntad que emerge de la conciencia revolucionaria de los países que construyen, o han construido el socialismo.

Por eso, he querido dejar para el final, algo que es una lección, que recibiéramos ayer y, les digo a ustedes, queridos compatriotas, que nos produjo una honda, una profunda, una inolvidable emoción. En La Habana, se reunieron quizás un millón de personas para despedirnos. La gran Plaza de Martí estaba repleta y repleta de gente. Desde las tres y media de la tarde, yo que tenía que ir al Palacio de Gobierno, ya vi las columnas que se desplazaban hacia la concentración que debía realizarse a las 5 de la tarde.

Cuando llegamos con Fidel Castro y Dorticós, vi el espectáculo más extraordinario. ¡Un millón de habaneros, reunidos allí para despedirnos a nosotros, a la Delegación chilena! ¡Para saludar en el Compañero Presidente de ustedes, al pueblo de Chile y su proceso revolucionario! (Aplausos).

Y Fidel Castro pronunció un discurso, comentando lo que yo dijera en las Naciones Unidas; señalándole al pueblo de Cuba lo difícil que es la etapa, lo dura que es‐ la etapa que vive y tendrá que vivir Chile. Fidel Castro les hacía entender que nosotros estábamos pasando, y tendríamos que pasar, lo mismo que ellos: las horas amargas del proceso revolucionario que vivieron; pero les hacía presente, que en el caso nuestro, las formas neo imperialistas, las formas de agresión eran más sutiles, más indirectos. Eran el bloqueo económico.

Y a veces el pueblo no ve lo que representa y lo que significa ‐y que por cierto nuestros opositores no reconocerán jamás‐ el bloqueo económico.

Fidel les decía cuán imposible parecía teóricamente la Revolución Cubana, y cuán difícil, teóricamente, era la revolución nuestra, frente a lo que yo mismo he sintetizado aquí: el peso de una gran deuda externa, la falta de créditos, el descenso brutal del precio del cobre.

Y entonces Fidel Castro le habló a su pueblo. Óiganlo compañeros. Les dijo: “Ser revolucionario significa una gran responsabilidad. Ser cubano es ser latinoamericano, y ustedes y yo nacimos en Latinoamérica y a ella nos debemos. Y Chile es un pueblo de Latinoamérica y es hermano en la esperanza revolucionaria y en su lucha contra el imperialismo. Por ello debemos ser solidarios con Chile. Y yo les digo a ustedes, que ustedes, cada uno de ustedes, debe contribuir para que Chile pueda sobrellevar las horas duras que le esperan”.

“Aquí, en Cuba, es donde se produce más azúcar en el mundo, y aquí en Cuba, tenemos racionada el azúcar; hay zonas de Cuba en que cada cubano recibe dos kilos de azúcar al mes; y hay otras zonas que por razones climáticas o por razones diversas, ‐entre otras, porque carecen de otros alimentos‐ reciben tres o cuatro kilos de azúcar al mes. Yo les propongo que los que reciben dos kilos de azúcar, renuncien a medio kilo, y los que reciben tres o cuatro, renuncien a un kilo, para entregárselos sin costo a Chile, para que Chile ahorre divisas y no nos compre el azúcar a nosotros”. (Aplausos).

Y ese millón de cubanos aplaudió, vitoreó durante largo rato la proposición que hiciera Fidel Castro. Y cuando este insistió que esa proposición debía ser discutida a lo largo de Cuba, que no era conveniente que los habaneros resolvieran lo que debían resolver los orientales ‐así se llama un sector de Cuba‐ o los que viven en Santiago de Cuba, ese pueblo decía ¡NO! Y más de uno, y más de mil, y más de veinte mil, gritaron: “los que tenemos que entregar el medio kilo podemos entregar el kilo”. (Aplausos).

Esa fue la reacción de ese pueblo. ¡Qué gran demostración de una auténtica conciencia revolucionaria! ¡Qué gran sentido del internacionalismo revolucionario!

No era el Gobierno de Cuba el que decías “Vamos a entregarle a Chile 40 mil toneladas de azúcar sin costo”. Era el Gobernante Revolucionario, que apelaba al sacrificio de cada revolucionario cubano, para ir en ayuda de un pueblo ¡de ustedes!, ¡de Chile, que está agredido ahora, como ellos lo estuvieron antes y lo siguen estando!

Por eso, compañeros, compatriotas, yo tengo que decirles a ustedes que pesa sobre todos nosotros una gran responsabilidad. Si acaso países de Europa tienen una actitud comprensiva para nosotros; si los trabajadores franceses y los trabajadores holandeses demuestran su solidaridad con Chile, negándose a descargar barcos que llevan cobre nuestro que reclama sin derecho la Kennecott; (Aplausos) si acaso las grandes organizaciones sindicales de trabajadores del mundo, van a reunirse para plantear su actitud de resistencia a la acción agresiva del imperialismo y las grandes empresas transnacionales; si los países del campo socialista, con respeto absoluto a nuestra independencia política y a la forma como llevamos nosotros el proceso revolucionario, tienen para nosotros la mano tendida de la colaboración; si acaso la Unión Soviética marca este camino con sacrificio de sus propias necesidades, como es el caso de la cuota de trigo que nos va a entregar a crédito, de las toneladas de mantequilla y de cerdo, que también vamos a recibir a crédito, y de las toneladas de algodón que recibiremos en las mismas condiciones, como recibiéramos antes créditos en disponibilidades de divisas, para gastarlas donde fuera necesario y conveniente para Chile, si acaso Cuba, que siendo el principal productor de azúcar del mundo, tiene que racionar el azúcar para su pueblo, y ese pueblo se desprende con sacrificio de un alimento fundamental, para entregarlo solidariamente a Chile, yo tengo derecho para decirles a ustedes que cada chileno, hombre y mujer del pueblo, que cada revolucionario nuestro, tiene que entender que ser revolucionario es ser generoso, desprendido, tener espíritu de sacrificio y de responsabilidad.

Si otros pueblos están dispuestos a quitarse un poco de pan de sus bocas para contribuir a que Chile tenga más pan para sus hijos, los chilenos, el pueblo, los trabajadores, los campesinos, los mineros, los estudiantes, los intelectuales, los empleados, los técnicos, los profesionales con conciencia social, los revolucionarios de Chile, los que queremos una Patria independiente y soberana, los que sabemos las horas duras que tendremos que vivir ¡tenemos la obligación moral de estar a la altura de aquellos, que desde otras tierras, nos tienden su mano solidaria!

¡Yo tengo fe en el pueblo, fe en ustedes, fe en Chile, y por eso los llamo a la unidad y al sacrificio, al esfuerzo por la Patria y por el porvenir de nuestra Patria! (Ovación).

Solo así compatriotas, sólo así trabajadores, sólo así campesinos y obreros, motores del proceso económico de Chile, podremos alcanzar la estatura moral que se requiere para ser revolucionarios y sentirse un pueblo con conciencia revolucionaria.

Sólo de esta manera podremos derrotar definitivamente el imperialismo, y también aplastar la insolencia fascista que ha asomado en nuestro país.

Por eso, les entrego a ustedes la visión del mundo que he vivido; la experiencia recogida para reiterar mi fe en el patriotismo, en la conciencia revolucionaria de ustedes, en la voluntad constructora de una nueva sociedad, para que cada uno de nosotros asuma su responsabilidad. Yo cumpliré con la mía, sabiendo que cada hombre, cada mujer, cada joven, cada anciano revolucionario de Chile, cumplirá con la suya.

¡Venceremos, camaradas! (Ovación).